‘Nemo”, la líder indígena entre las 100 personas más influyentes de 2020.

En una cálida reseña, Leonardo DiCaprio rescata que Nemonte Nenquimo una vez le dijo que nunca se daría por vencida, que iba a seguir defendiendo la selva “que tanto ama de las industrias y petroleras que la devorarían”.

Hoy, la dirigente indígena de la nacionalidad Waorani, en la Amazonía ecuatoriana, figura entre las 100 personas más influyentes de este extraño 2020 de la revista Time, reconocimiento del que se muestra “orgullosa” y con el que espera visibilizar la labor de numerosas mujeres que por muchos años, lamenta, no fue escuchada.

“Este reconocimiento abre el camino”, asegura desde Shell, una población en la provincia amazónica de Pastaza, donde ha podido conectarse a internet para realizar la entrevista con Efe.

LUCHA POR LA SELVA
De 35 años y madre de una pequeña de 5, “Nemo”, como suelen llamarla sus allegados y camaradas de lucha, rememora que sus mayores solían decirle de niña que había que proteger y cuidar la selva, “porque nos está dando vida, sin tierra no existe vida”.
Con un penacho de color ámbar a modo de corona, distintivo de su nacionalidad, esta líder aspira a abrir ahora el foco mediático para trascender la protección del mismo espacio selvático donde vive.
“Esta lucha tiene que ser a nivel global, porque las mujeres indígenas hemos salido a protestar, a luchar, pero los Gobiernos de turno planifican a corto plazo, mientras que nosotras sabemos mirar mucho más allá”, sentencia rotunda.
Los Waorani, una de las 14 nacionalidades y 18 pueblos originarios reconocidos en Ecuador, no llegan a los 5.000 miembros y se reparten en un amplio territorio que abarca las provincias de Pastaza, Napo y Orellana.
Al congratularse por la distinción de Time, este pueblo recordó que el año pasado obtuvo en el campo judicial una “gran victoria, protegiendo más de 180.000 hectáreas” del desembarque de las compañías petroleras en sus tierras ancestrales.
Se trata de una nación dedicada a la pesca, la caza, la recolección de frutos y plantas medicinales que hasta medio siglo atrás era completamente nómada y que solo con el “contacto” de misioneros evangelistas estadounidenses comenzó a asentarse en pequeñas comunidades clánicas.
Con los misioneros vinieron las enfermedades como la polio, que acabó con 3.000 miembros de la nacionalidad y dejó a familiares discapacitados, explica “Nemo”, que menciona cómo los abuelos antiguamente “monitoreaban su territorio” y movían a poblados completos de lugar cada dos o tres años.
“Lo que más me gusta es caminar y recolectar plantas medicinales”, conocimiento que su madre le traspasó y gracias al cual puede aliviar la fiebre, el dolor de cabeza o de dientes de su hija, inclusive afirma que palió los efectos de la COVID-19 que padeció.
Reconoce que se le hace difícil vivir en la ciudad y le encanta la selva, “porque te sientes libre”, especialmente entre las comunidades “waos” donde no llegan las carreteras, ni la extracción petrolera ni la deforestación.

Su nombre en su lengua originaria significa “estrella” y se lo puso su abuelo, que falleció cuando ella tenía 2 años.
Defensora a ultranza de la lengua waorani, como eje identitario, también habla  español, que aprendió de pequeña en una escuela evangélica en Quito, y estudia kichwa y más recientemente inglés en línea, para “comunicarse con el mundo”.
Inició su trayectoria como activista de su lengua, territorio e identidad como dirigente juvenil de mujeres y familia, antes de dedicarse a la enseñanza de los niños en su comunidad.
Pero al conocer de la situación que vivían otras comunidades más al norte de su territorio, como los cofanes, siona y secoya, cuyo “primer contacto” fue la petrolera Texaco (hoy Chevron) y las desastrosas consecuencias de uno de los mayores vertidos en la Amazonía, quiso conocer de cerca su situación.
“Tenían un territorio inmenso de 2 millones de hectáreas y ahora les queda muy poquito, han talado para sembrar palma, por la contaminación del petróleo no pueden pescar”, recalca sobre esas comunidades donde se radicó durante dos años.
Al ver lo que podía llegar a suceder en la Amazonía fundó la Fundación Ceibo, con la que desarrolló proyectos para garantizar el agua limpia en las comunidades ribereñas, y de colocación de paneles solares para que éstas tuvieran luz, sistemas de recogida de agua de lluvia y la elaboración de un mapa propio de nacionalidades.
“Nos es muy importante tener este bosque sin contaminar, sin destruir para futuras generaciones, porque si no (lo cuidamos) en 20 años, ¿dónde va a cultivar o caminar mi hija?”, se pregunta.
En su discurso, el feminismo va de la mano inseparablemente del reto ambiental, y sostiene que si se le da una oportunidad a las mujeres que, en definitiva, buscan proteger a sus familias, “se podrá construir un mejor planeta” y defenderlo de la crisis climática.
Precisamente de DiCaprio, al que conoce personalmente, resalta que “tiene conciencia del peligro del cambio climático”.
Con el interés creado espera poder abanderar la lucha de los pueblos y mujeres indígenas amazónicos a los que pone voz.
“Para mí, tener riqueza es tener territorio sano, el agua sano (sic), idioma propio y el conocimiento propio de muchos siglos”, resume. EFE

Fuente Informativa EL DIARIO
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