Mascarillas y guantes son un lío ambiental. 5 julio, 2020 Catalina Bonilla Las mascarillas y guantes usados están llegando a los sitios más lejanos y deshabitados del planeta. Las primeras incluso son confundidas con medusas cuando caen en los mares, mientras que los segundos han empezado a acumularse en las playas, parques y en los rellenos sanitarios. Aunque la cantidad de basura generada en el mundo y la presencia del plástico en los océanos ya eran un problema antes de la llegada del covid-19, el mal manejo de nuevos desechos parecería agravar la situación. Un informe de World Wildlife Fund (WWF) muestra que si solo el 1% de las mascarillas se desechara de forma incorrecta, alrededor de 10 millones de estas terminarían en la naturaleza. Si se estima que cada una pesa 4 gramos, esto representaría la dispersión de más de 40 000 kilogramos de plástico en el ambiente. Esta problemática ya se está evidenciando en metrópolis como Nueva York, donde las mascarillas reposan sobre las aceras; y en áreas deshabitadas como las islas Soko. Allí, un equipo de Oceans Asia encontró cientos de estos implementos de bioseguridad flotando en el mar y dispersados por toda la playa. Para las fases de desconfinamiento se espera que el uso de estas aumente. En Ecuador, por ejemplo, si toda la población desechara dos mascarillas a la semana, en un mes llegarían alrededor de 64 millones de estas a botaderos y rellenos sanitarios. Uno de los mayores problemas es que no se degradan fácilmente. Pablo Araujo, profesor en la Facultad de Ingeniería Química de la Universidad Central del Ecuador, explica que, dependiendo del fabricante, pueden tener capas de celulosa o de polietileno. La celulosa es un componente que, con el pasar del tiempo, va a poder degradarse, ya que es similar a lo que ocurre con el papel. Si son de polietileno o polipropileno, representan un problema más grave porque estas fibras no se degradan rápidamente. Según WWF, una mascarilla quirúrgica puede tardar hasta 400 años en destruirse por completo, por lo que ocuparían una gran parte de los rellenos sanitarios. En el peor de los casos podrían ser arrastradas por los vientos hasta los cuerpos de agua y, finalmente, terminar en el océano. Pietro Graziani, especialista en Gestión Ambiental de la Cooperación Italiana, dice que en Europa ya se están midiendo este tipo de impactos. Mediante los monitoreos se ha evidenciado mascarillas, guantes y gafas en las costas. “Esto es preocupante porque si ya llegan a la playa significa que en el mar es peor”, explica. El temor es que una vez en el agua, los animales confundan a mascarillas y guantes con alimentos. Actualmente, 100 000 especímenes marinos mueren atrapados o envenenados por plásticos cada año. Fuente informativa: Diario El Comercio EL MUNDO