Un experimento revelador
Para llegar a la conclusión de que el cerebro multiplica los problemas, se ha acudido a varios experimentos. Uno de los más conocidos, que incluso luego se volvió una prueba viral en redes sociales, fue publicado en la prestigiosa revista Science.
Para hacer el experimento se convocó a 1.000 participantes, todos ellos con visión completamente normal. A todos se les presentó una imagen compuesta por 1.000 puntos, los cuales tenían colores que iban desde un azul muy intenso, hasta un púrpura profundo. Los diferentes tonos estaban distribuidos al azar.
A los participantes se les pidió que dijeran qué puntos eran azules y cuáles púrpura. Durante la primera sesión, la mayoría identificó sin problema los puntos azules.
Sin embargo, en las sesiones siguientes el concepto de color azul pareció irse ampliando cada vez más. Así, al final los voluntarios veían como azules incluso los puntos que eran claramente púrpuras. ¿Qué significa esto?
El experimento nos muestra que en realidad el cerebro tiende a establecer patrones de manera cada vez más rígida. Por eso los participantes, que al principio podían distinguir claramente el azul y el púrpura, se mostraron cada vez más propensos a aplicarle los criterios de color azul a “todo”.
¿Por qué esto muestra que el cerebro multiplica los problemas? Cuando nos enfrentamos a un problema, aparece una señal subjetiva de alerta.
Entonces dedicamos nuestros esfuerzos a resolver el asunto; sin embargo, incluso después de lograrlo, el cerebro sigue aplicando el criterio reciente de riesgo a aquellos fenómenos que no entran dentro de esta categoría.
Un ejemplo cotidiano: una persona mantiene una discusión con su jefe y esta le deja afectado. Después va a su escritorio y no encuentra su bolígrafo, no porque este se haya extraviado, sino porque aún está aturdido y sus sentidos de alguna manera permanecen secuestrados. No es raro que una persona en esa situación diga “hoy todo me sale mal”, cuando no es así.
En tiempos de pandemia también ocurre esto, precisamente porque estamos afrontando todos un gran problema. Así que no es raro que un viento fuerte, o un terremoto se interpreten como señal del fin de los tiempos, sin serlo. Simplemente, el cerebro está actuando bajo un patrón de alerta y no se detiene. Hay que estar atentos para que el sesgo no se imponga.
Fuente informativa: lamenteesmaravillosa.com