La ciudad nuclear de Juraguá, el sueño atómico que Fidel Castro quiso construir en Cuba inspirado en las centrales de la URSS
Representaba la oportunidad de lograr un sueño largamente acariciado por la revolución cubana: poner fin a su costosa dependencia del petróleo.
La planta nuclear de Juraguá comenzó a erigirse a inicios de la década de 1980 siguiendo el modelo de la central soviética de Chernóbil, donde pocos años más tarde se registró el mayor accidente nuclear de la historia.
El plan contemplaba la creación de una planta, junto a la que se alzaría la conocida como Ciudad Nuclear, en la que se construyeron viviendas e infraestructuras para acoger a miles de trabajadores, muchos de ellos llegados de la URSS.
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“Con la planta y una ciudad junto a ella, se trataba de imitar un modelo como el de la central de Chernóbil “, explicó Jonathan Benjamin Alvarado, autor del libro Power to the people. Energy and the Cuban nuclear programme (El poder para la gente. La energía y el programa nuclear cubano), en una entrevista con BBC Mundo en 2018.
Según explicó el periodista británico Darmon Richter, ambas centrales fueron ideadas siguiendo el modelo de la “utopía socialista de Atomgrado”, un modelo urbano ideal -lleno de viviendas sociales e inagotables fuentes de energía no contaminantes- concebido por los planificadores soviéticos en la década de 1970.Saltar las recomendacionesQuizás también te interese
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Fin de las recomendaciones.
Pero Juraguá nunca entró en funcionamiento.
¿Qué pasó?
Una ciudad nuclear sin reactores
Al frente del programa nuclear de Juraguá, el gobierno de Cuba colocó a Fidel Castro Díaz-Balart, quien además de ser hijo del líder histórico de la revolución, se había formado como físico en el Instituto de Energía Atómica I. V. Kurchatov de Moscú.
Díaz-Balart fue designado como secretario ejecutivo de la Comisión de Energía Atómica de la isla.
La central debía satisfacer hasta un 15% de las necesidades energéticas de la isla y generar miles de puestos de trabajo.
“Los cubanos querían cambiar su modelo de producción de energía y girar hacia otras fuentes alternativas, incluyendo la eólica y la solar”, explicó Alvarado.
En 1982, con apoyo técnico y económico soviético, se inició la construcción del primero de los cuatro reactores de 440 megavatios de potencia previstos.
Fue el único que se concluyó.
Lo que sí se construyó fue la Ciudad Nuclear, en la que se levantaron viviendas e infraestructuras para acoger a miles de trabajadores, muchos de ellos llegados de la URSS.
Accidente y declive
En 1986, el desastre en la planta nuclear de Chernóbil dejó a la vista del mundo las debilidades del programa nuclear de la URSS.
El accidente levantó grandes preocupaciones en el gobierno de Estados Unidos, cuyas alarmas se dispararon al considerar que apenas a unos 4.800 kilómetros de Washington se construía una planta nuclear soviética sobre la cual no tenían ningún control ni injerencia.
Los problemas no solo fueron políticos.
Alvarado recordó que “era la primera vez que los soviéticos intentaban levantar una central nuclear fuera de la URSS y no comprendieron que las circunstancias de Cuba lo hacían imposible”.
El experto cree que la isla no contaba con la capacidad financiera para sostener un proyecto como ese.
Esto pudo comprobarse poco después, cuando en 1989 se desmoronó la URSS y, con ello, llegó a su fin la valiosa ayuda económica soviética que recibía Cuba, dejando a la isla sumida en una dura etapa de escasez conocida como el Periodo Especial.
Como la autopista que se suponía iba a conectar La Habana con el oriente de la isla, la Ciudad Nuclear de Juraguá quedó inconclusa.
Fidel Castro buscó durante algún tiempo socios internacionales para concluir una obra que se había convertido en un emblema de su legado político.
En septiembre de 1992, frente a los trabajadores de la planta, anunció finalmente: “No tenemos otra alternativa que detener la construcción”.
La República de Cuba había invertido por entonces US$1.100 millones.
Ruinas y abandono
El fracaso del proyecto de Juraguá también llevó a la destitución de Castro Díaz-Balart, quien -según informó la prensa entonces- estaba siendo acusado por su padre de “incompetente”.
En 2018, el hijo mayor del exmandatario cubano se suicidó después de haber estado sufriendo de un “estado depresivo profundo”, según informó la prensa oficial de la isla.
Pero, aunque la central nunca llegó a entrar en servicio, la Ciudad Nuclear que trajo consigo la sobrevivió.
Alrededor de 4.000 de las personas que se instalaron allí decidieron quedarse pese al abandono del proyecto.
Hoy, la Ciudad Nuclear permanece como “una pequeña bolsa de vida en mitad de todo ese cemento vacío”, le contó a BBC Mundo Damon Richter, quien la recorrió en 2014.
Para los habitantes de la Ciudad Nuclear el abandono de Juraguá fue “una oportunidad perdida” que les dejó sin las inversiones y puestos de trabajo que les habían prometido.
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