La leche de chiva se sirve en media calle

Las descomunales ubres se mueven de un lado a otro  como si fueran vejigas alargadas a punto de explotar.Tal pareciera que esto les causa alguna molestia durante un largo recorrido que inicia en el mercado de San Pablo y termina por la Subidita al Cielo, en el sector del centro de rehabilitación social de mujeres. Pero no es así, pues las chivas de Agustín Nolasco ya están acostumbradas a ese cotidiano devenir, de lunes a domingo, sin falta.Agustín no es de aquí, él es de mucho más allá, es de Venezuela y llegó hace cinco meses, como sus compatriotas, a buscar mejores días.“Allá yo era soldador, de eléctrica y autógena”, cuenta el pastor de chivas mientras estas, con hambre, se apegan a comer en un solar vacío en donde la maleza ha hecho de las suyas.No hay clientes por el momento y el hombre se da tiempo para hablar de un trabajo que, en sus mejores momentos, le reporta hasta 30 dólares diarios.Alimentación. “A las cabras se les da 3 horas de pasto, pero también balanceado, el cual tiene quaker, maíz y otros ingredientes”, relata el hombre, quien se ampara en un sombrero de ala ancha para evitar los rigores de un sol invernal del cual nunca se sabe qué tan intenso puede ser.“El vaso de leche cuesta un dólar, pero no viene solo, le pongo unas gotitas de algarrobina, para que sepa mejor y tenga más vitaminas. Es como un café con leche, dulcesito”, dice. De sus palabras se desprende el conocimiento de alguien que, en poco tiempo, le ha cogido el golpe al trabajo.Así, asegura que los animales nunca se ponen inquietos, y solo cuando llueve buscan donde guarecerse… “¿o usted nunca ha escuchado eso de un aguacero espantachivo?”.Su recorrido inicia a las 07h00 y termina al mediodía, para que las chivas no se acaloren y tomen su agua respectiva. “Si uno las deja todo el día se sofocan, la leche sale muy caliente y ya no es buena”, explica, mientras revisa un canguro en donde las pocas monedas que hay indican que debe seguir trabajando.

EL DIARIO