Ivo Uquillas solo hace un pequeño receso por este año

Un entorno creativo y desordenado, consecuente con el momento que vive el maestro, creador de algunas de las obras emblemáticas de la provincia y que ha debido acogerse al “derecho del silencio” en virtud de una dolencia que, aunque ya ha sido superada, demanda control absoluto.

Informal, con zapatillas y camiseta holgada, el maestro habla con una voz a ras de suelo, raspada -según él, similar a la de Kenny Rogers, cantante estadounidense- y que es la consecuencia de una operación a las cuerdas vocales por un tumor que le había salido y no lo dejaba respirar.
“Me operé en febrero de este año y por dos meses tuve que guardar silencio”, dice Uquillas, rodeado de figuras a medio construir, esqueletos metálicos, frascos de pintura y algunas herramientas sin rastro de actividad alguna.
Con un año cerca de concluir y sin ninguna obra en gestación, la pregunta obvia es: ¿Está pensando Ivo colgar los cinceles? ¿La recomendación médica implica hacer ese sacrificio?
Solo una pausa. Ni lo uno ni lo otro, porque “eso es en lo último que pudiera pensar”; simplemente, se trata de una pausa obligatoria, de un encuentro necesario con el silencio, después de -según cree- haberse enfermado durante la construcción de la estatua ecuestre de Eloy Alfaro, en donde hubo demoliciones “y el polvo me pasaba saludando”.
Siempre con respuestas poéticas a la mano y prueba de que se trata solo de una pausa, es una mujer la que ocupa un lugar de privilegio entre sus sueños:
“Tengo en mente construir la escultura de una mujer mestiza, desnuda, de 30 metros de largo, acostada, contemplando el mar de Crucita. Imagínate la gente subida sobre ella tomándose fotos y todo eso”.
Mientras tanto, mientras sus manos reposan, el maestro continuará fiel a un destino inevitable: seguir creando, como cuando se levanta a medianoche, sube al segundo piso de su taller y dibuja en las paredes todo cuanto se le ocurre hasta calmarse.
Testimonio de esos desvelos creativos son mujeres desnudas, rostros, cuerpos deformes, miradas, todas representaciones que le recuerdan sus lazos de consanguinidad con el arte, algunos de los cuales atesora en papeles amarillos, pero llenos de memoria.
Uno de ellos es una hoja de periódico del año 1942, del Diario Manabita, en el que se aprecia un anuncio sobre el taller de escultura de su abuelo Eudoro Bermeo, uno de los responsables directos de que hoy, 76 años después, su nieto no piense, ni tan solo por un momento, colgar los cinceles.
FUENTE EL DIARIO