Guayaquileños que se aferran al centro
Tamara Hidalgo y su madre Lourdes Zapata viven a pocos metros del parque Seminario (Las Iguanas). Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
El centro de Guayaquil no es únicamente comercial. Esa área es también el hogar de familias que tienen como vecinos a sitios icónicos de la urbe, como el malecón Simón Bolívar con sus 2,5 kilómetros de longitud, el colorido barrio Las Peñas, las plazas Seminario (Las Iguanas) y Centenario y el bulevar 9 de Octubre. Esos lugares, por los que cada mes transitan más de 2 millones de turistas, forman parte del día a día de quienes habitan en el cuadrante que
–según el Municipio– conforma el centro. Esa zona la integran 17 cuadras que van desde las calles Colón a Loja y otras 10 que van desde el malecón Simón Bolívar hasta la calle Lorenzo de Garaycoa. En el cuadrante hay un total de 8 203 predios. La riqueza económica se evidencia en el nivel de ocupación, pues el 30% ha sido destinado al sector comercial, el 26% a oficinas, el 23% a parqueos. Pero también hay un 17,01% de propiedades que corresponden al área residencial. Algunos de los habitantes se consideran como ‘los últimos de los mohicanos’. Reconocen que han preferido irse en contra de la tendencia de cientos de familias que cambiaron el centro por las urbanizaciones en la vía a la Costa, el norte de Guayaquil, Samborondón o Daule. Han optado quedarse “cerca de todo”, por el fácil acceso a farmacias, restaurantes, almacenes, centros médicos.
Entre los habitantes céntricos hay jóvenes, personalidades políticas, familias enteras y extranjeros. “Hay quienes creen que en las noches no vive nadie aquí, pero por el contrario, somos decenas los que en las noches damos vida al centro”, refiere Lorena Macías, quien habita en 9 de Octubre y Rumichaca. Ella, de 35 años, habita junto a su abuela Enma Mendoza, de 80 años. La octogenaria cuenta que la brisa del río Guayas ha sido el principal motivo para haberse quedado desde niña. Ella ha sido testigo del cambio, por ejemplo, del bulevar. Recuerda que para 1950 en la avenida –que ya era el principal eje de la urbe porteña– las viviendas eran bajas y los ventanales de madera. Ahora hay edificaciones altas que tienen como techo al edificio La Previsora, que sobrepasa los 130 metros. También recuerda que se cambió la capa asfáltica por adoquines y se instalaron faroles y bancas, como parte de su ornamentación. En esa misma avenida, a la altura de la calle Córdova, habita en el piso 15 del edificio San Francisco 300 el economista Héctor Delgado, de 36 años. Este gerente de banco cuenta que prefiere el sitio por la seguridad, pues en las mañanas sale a correr en el malecón Simón Bolívar; trabaja a tan solo una cuadra y va a pie. Él se considera un testigo de la historia. Vio la regeneración urbana en el lugar y al ser vecino de la plaza Vicente Rocafuerte, conocida también como San Francisco, miró desde la altura del edificio decenas de plantones y marchas multitudinarias, como la convocada por Rafael Correa el 15 de enero del 2008 y la convocada una semana después, el 24 de enero, por Jaime Nebot. Tamara Hidalgo y su madre Lourdes Zapata también resaltan las ventajas de habitar en el centro. Ellas son vecinas del parque de Las Iguanas, lugar que se les volvió cotidiano, pero que no deja de ser llamativo para ellas por su verdor y por la presencia del exótico reptil. Tamara, de 38 años, dice que el centro de Guayaquil se ha reactivado por varios proyectos cercanos como el Puerto Santa Ana y –en su momento– la vigencia de la zona rosa para el entretenimiento. El Comité que se creó para la reactivación del centro también trabaja en ello. Como parte de las actividades se busca incentivar la recientemente renovada calle Panamá, en la que se instalará el Museo del Cacao. También en esa avenida se inaugurará en el 2019 un nuevo edificio de 20 pisos, que será un hotel y dispondrá de departamentos tipo suites. El dos veces candidato presidencial Jacinto Velázquez, de 79 años, recordó que su niñez la vivió en la esquina noroeste de la calles Rumichaca y Luque. Ahora habita en 9 de Octubre y Escobedo. Desde el séptimo piso expresa que “vivir en el centro de Guayaquil es una vida feliz y plácida”. Admite que no hay forma de aburrirse, pues al solo asomarse por la ventana es un espectáculo de colores, formas y texturas que caracterizan a los diferentes tipos de guayaquileños. El alcalde Jaime Nebot desestimó que el centro “esté muerto”, por la intensa jornada diaria en el sector.
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