Unidos contra Donald Trump

La paz y la seguridad internacionales, responsabilidad esencial de la ONU desde su fundación, se ha deteriorado en los últimos cinco años y, con sus decisiones,Donald Trump no ha ayudado, más bien al contrario, a revertir el proceso.

Como representación más universal sin apenas poder ejecutivo alguno, de la Asamblea General no se pueden esperar respuestas milagrosas a los principales desafíos y, sin acuerdo entre las grandes potencias, son imposibles grandes avances como la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), la Resolución Unidos para la Paz (1950), la Declaración del Milenio (2000), la de Desarrollo Sostenible (2015) o la Resolución Sionismo es Racismo (1975).

Si un titular puede resumir el sentimiento de la mayoría de los 193 estados miembros y de los dos estados observadores no miembros (Vaticano y Palestina) hoy, sería “Unidos contra Trump”.

El número de muertos en conflictos, como muestra Bruce Jones, director de Foreign Policy, en sus últimos trabajos, escaló en 2014 a niveles desconocidos desde el genocidio de Ruanda y las guerras por fuerzas interpuestas, como Siria o Ucrania, son espejos fieles de los enfrentamientos más graves de la Guerra Fría.

Afortunadamente, la retórica belicista no se corresponde aún con la tensión real.Ejemplo de ello es el giro de 180 grados en la tensión entre los EEUU y Corea del Norte. La mayor parte de los conflictos violentos se concentra en muy pocas regiones, como Oriente Medio y una parte de África, donde han muerto entre 2013 y 2017 más del 80% de todas las víctimas en guerras.

La fusión de las principales guerras civiles, el terrorismo (el 93% de las víctimas de terrorismo muere en países en guerra civil) y el choque de intereses estratégicos de las grandes potencias, amenazas contra las que la ONU sigue muy mal preparada, ha complicado la capacidad de la organización para actuar.

Más del 90% de los 97.000 cascos azules desplegados hoy no están en las principales zonas de guerra: Siria, Irak, Afganistán, Yemen, Libia, Somalia…

Hace un año a Trump se le esperaba en la ONU con preocupación y no defraudó. Ridiculizó al presidente norcoreano, le llamó “hombre cohete suicida” y amenazó con reducir a escombros Corea del Norte.

Un año más tarde aquel “hombre cohete” se ha transformado en un dirigente “muy honorable”, con el que no descarta reunirse por segunda vez y las iras tuiteras de Trump se han desviado contra Irán.

Para los soberanistas que asesoran o nos defienden del irascible y volátil presidente estadounidense, el problema en la Asamblea General inaugurada el 18 de septiembre no es la ignorancia o displicencia de su jefe con las formas diplomáticas -como explica Bob Woodward en su último libro, esa batalla ya la dan por perdida-, sino que, en otro bandazo, acepte compromisos contrarios a los intereses estadounidenses.

En los últimos días han tratado de impedir un encuentro directo con el presidente iraní porque no se fían de lo que Trump pueda decirle y temen que podría echar por tierra lo avanzado, con ayuda de Corea del Sur, con Pyongyang. El atentado del sábado en Ahvaz, Irán, en el que murieron 25 guardias de la revolución y unos 70 resultaron heridos, ha echado por tierra cualquier posibilidad de encuentro.

Entre las amenazas apocalípticas contra Kim Jong-un y el Consejo de Seguridad que presidirá en su viaje al Palacio de Cristal para arremeter contra Teherán bajo la bandera de la no proliferación, Trump ha demostrado el escaso o nulo respeto que tiene por lo que la ONU es y representa.

En un año ha retirado de nuevo a la primera superpotencia mundial de la UNESCO, del Consejo de los Derechos Humanos y del pacto de París contra el cambio climático.

Ha interrumpido las aportaciones a la agencia de ayuda a los palestinos, ha boicoteado el acuerdo global sobre inmigración, ha denunciado unilateralmente el acuerdo nuclear con Irán y ha nombrado consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca al veterano diplomático John Bolton, uno de los críticos más duros del multilateralismo.

En el conflicto nuclear de Oriente Medio ha perdido la relativa credibilidad que le quedaba como mediador imparcial con el traslado de la embajada estadounidense a Jerusalén y su reconocimiento de la ciudad santa como capital israelí.

Las dudas de 2017 han dejado paso a una sombría certeza en 2018 de que, con Trump, el sistema onusiano atraviesa uno de sus peores momentos. Nada mejor para describirlo que los tambores de una nueva Guerra Fría desde los Urales y el Báltico a los Mares de China.

“El multilateralismo está siendo atacado desde muchas direcciones”, advertía el secretario general, António Guterres, el pasado jueves sin nombrar a los EEUU, que siguen aportando el 22% (unos 600 millones de dólares) del presupuesto regular del organismo universal, unos 2.500 millones este año. Le siguen China (unos 193 millones), Alemania (155), Francia (118), Reino Unido (108) y Rusia (75).

Tal como anticipó la semana pasada su representante, Nikki R. Haley, el presidente estadounidense condicionó ayer la supuesta generosidad internacional estadounidense al apoyo que reciba de los demás.

Con Trump se aceleró, en palabras del embajador francés ante la ONU, François Delattre, el “nuevo desorden mundial” iniciado en los noventa y agravado por las intervenciones militares del primer decenio de este siglo.

FUENTE EL MUNDO