Mantenses retoman de a poco su cotidianidad

Comerciantes de pescado, restaurantes y bancos atendieron ayer con normalidad. La ciudad se levanta tras el terremoto.

Es uno de esos días en los que la playa podría estar llena de turistas. La intensidad del sol en Manta hace que el agua se vea más azul de lo común. Con ese panorama, parado al final de unas piedras escolleras en el muelle flotante está Byron García. El comerciante ve cómo, de a poco, la actividad comercial en el lugar se normaliza, 16 días después del terremoto que devastó el casco comercial de la ciudad. “Esta urbe es solidaria, nos levantamos unidos”, asegura García, quien vende agua de coco hace 8 años en la zona. El mercader sostiene que en el muelle parece un día normal, de aquellos en los que pescadores entran y salen del mar. Las lanchas de los chaluperos (taxistas de mar) tienen menos actividad que antes. Sin embargo, a la tercera semana de ocurrido el devastador movimiento telúrico, la mayoría de actividades empiezan a normalizarse. “De a poco vuelve la tranquilidad. Excluyendo a Tarqui, la ciudad ya está igual. Los buses ya salieron a las calles desde la semana pasada. La gente ya anda más tranquila por las calles, comprando”, expresa García. Acota: “Eso sí, hay quienes buscan aprovecharse de la situación. Una libra de arroz la quieren vender en $ 0,80, cuando su precio no pasa de los $ 0,50. Eso es un abuso”. Clímaco Erazo, comerciante de mariscos también en el muelle flotante, expresó: “Nos estamos acomodando de a poco. Ya la gente va más al mar, se ve actividad en las cercanías del puerto. Esta ciudad se mueve por su gente”. La esposa de Clímaco, Ángela Miranda, sufrió un golpe en el hombro, “pero ya está mejor. Mi esfuerzo es para ella”. En Playita Mía, a escasos metros de la ‘zona cero’ de Tarqui, el mercado del marisco funciona con regularidad. Allí también se expende comida hecha al pie del mar. Juan Chávez es dueño del restaurante El Chamo. Cuenta que antes del terremoto vendía entre 30 y 40 platos de arroz con pescado. “La semana pasada fue mala, pero estamos subiendo; ya pasamos la venta de los 20 platos”. Con respecto a la llegada de turistas, indica: “Ya vino más gente este fin de semana. Las personas están perdiendo el miedo de arribar a Manta”. Al escuchar esta frase de Chávez, Manuel Mero, comerciante de pescado en el mercado de Playita Mía, cuenta que en los últimos días su venta se regularizó. “Mi promedio era de una tina de cabezudo. En las dos últimas semanas todo fue muy bajo, pero este sábado y domingo ya volví a lo de siempre. Hoy ya el movimiento en el mercado fue normal”. Los bancos de la localidad tienen el movimiento de un inicio de mes cualquiera, “están repletos”, manifestó Omar Cedeño. Comercio en la ‘zona cero’ Una mascarilla cubre la mitad de su rostro. A sus espaldas un colegio sexagenario es derrumbado en parte de su estructura. A Máxima Carrillo no le importa el polvo que causan los trabajos de remoción en la entidad educativa San José. Ella quiere acompañar a su pareja, con quien por más de 40 años se dedican a la venta de guineo. La afluencia de personas es esporádica por la avenida 108 y calle 106. A pocos metros de ingresar a la zona, militares y policías prohíben el paso de personas. La pareja vende poco, pero siente que mientras esté en actividad, haciendo algo productivo, estarán bien. “Quiero ver el Tarqui de antes, de bulla y movimiento”, dice doña Máxima, quien se quedó sin casa tras el terremoto. Al frente, el joven Carlos Mendoza prende un generador de energía para tener el servicio eléctrico, que desde el 16 de abril no hay en el sector. Por las noches, solo se alumbran con velas. Carlos quiere que ya demuelan las más de 5 casas que quedaron destruidas por la calle “para evitar posibles accidentes”. (I)

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