LA PANDEMIA


Podría decirse que la pandemia del coronavirus es como un maestro que, con una terrible lección, viene a enseñarnos algo. Aunque duela admitirlo, las personas tendemos a aprender más de la adversidad que del recreo y los buenos momentos.
Llevamos años destruyendo nuestro hogar, el planeta Tierra, para satisfacer necesidades económicas de grandes poderíos mundiales, y con ella, a nuestros hermanos de la naturaleza. Fuimos implacables, desconsiderados, crueles, indiferentes. Hasta que un día, un virus, un organismo invisible a los ojos que tanto han negado, se vuelve en el enemigo más temido.
Un virus hace lo mismo con nosotros: No sólo se lleva la vida de los seres queridos, nos separa, nos encierra, nos deja sin alimento, nos esclaviza, nos arrebata los sueños, nos priva de la libertad de andar, nos cancela el contacto, las caricias, los besos, el futuro. Deja muertos, hambre, violaciones, vejaciones, cierres de empresas, pobreza, delirio, estrés. Deja vacío, miedo, incertidumbre. Ahora somos nosotros los que estamos en el zoológico, mirando el afuera a través de una pantalla de algún dispositivo electrónico. Ahora somos nosotros los que estamos alejados de nuestra gente. Ahora somos nosotros los que estamos desterrados. Ahora somos nosotros los que queremos regresar a casa y las fronteras nos dicen no.
La moraleja: La experiencia de la pandemia nos deja la enseñanza de poder comprender que la vida es ahora, que postergar es una trampa, que no hay tiempo más que este presente, que los besos se dan cuando se sienten, que las disculpas cuando se toma conciencia de lo hecho, que la familia es la raíz de los sueños, que correr detrás de la chuleta todos los días todo el tiempo puede darnos unas piernas fortalecidas pero nos aleja de los afectos. Nos deja el descubrimiento que ya nos habíamos convertido en los enemigos de nosotros mismos, que lo que le dábamos al entorno era miedo, culpa, avaricia, descontrol, manipulación.
Nos deja la lección de que la naturaleza no nos necesita. Por el contrario, ahora que ha logrado confinarnos, la naturaleza está más viva que antes. Aprendemos también, que la sensación de grandeza que tenemos es una trampa del ego, que somos tan vulnerables como los árboles que talamos, o las hormigas que intentamos aplastar en el jardín.
Si somos capaces de aprender de la experiencia, mucho podrá mejorar. La pandemia llegó en medio de la locura en la que íbamos inmersos, y nos confina para la reflexión. ¿Qué quieres hacer a partir de ahora? ¿Vas a seguir con tus pensamientos de castigo condenándote por lo que no hiciste? ¿Vas a seguir atrapada a cosas que no funcionan? ¿Vas a seguir disgustada con esas personas por cosas sin importancia? Tras este tiempo de confinamiento, ¿qué cosas te das cuenta ahora que importan más en la vida?
Nos cerraron los caminos, para que podamos.