53 años renovando los zapatos viejos

Félix Mendoza confía tanto en la habilidad de sus manos que, cuando pasa la agujeta por la suela del zapato, lo hace sin apenas mirar. Él ya sabe cuál es la ruta que debe seguir, hasta dónde presionar y cuándo aflojar lo necesario.Eso lo aprendió en el almacén de su tío Francisco, cuando tenía 15 años y apenas había salido de la escuela Tiburcio Macías. Entonces tenía la presión arterial como un manso riachuelo, sin los oleajes tempestuosos de ahora que lo han obligado a buscar las medicinas. Eran otros tiempos y prueba de ello es un saco con hormas de madera con al menos 30 modelos, todas ya en desuso, porque el tiempo no perdona.Los inicios. “Yo era muchacho de mandado, pero siempre me daba tiempo para ver cómo trabajaban en el almacén. Allí había como 7 u 8 operarios”, recuerda don Félix, sentado detrás de una mesa de madera de reciente adquisición. En ella no hay muchas herramientas, como si los tiempos no fueran tan buenos y el trabajo escaseara. Apenas una lata de pegamento, hilos, un playo, un desarmador, la agujeta que todo lo cura y un zapato de lona infantil.Los clientes que le llegan son de allí mismo, de la calle Tulipanes I, sector de las villas 15 de Abril.El maestro cuenta que no siempre fue zapatero a tiempo completo, porque 22 años de su vida los dedicó a trabajar como auxiliar de servicios en una escuela, de la cual salió hace tres meses. La “jubilación forzada” le ha permitido dedicarse con más tiempo al oficio, que si bien no le da para vivir, sí le da para seguir sintiéndose útil.Asegura que con su liquidación comprará una máquina remendona de unos 3 mil dólares, la cual le permitirá modernizar su labor.

EL DIARIO